Ficha técnica
Título original: The Yellow Wallpaper
Autora: Charlotte Perkins Gilman
País: Estados Unidos
Idioma: Inglés
Traductora: María José Chuliá
Fecha edición original: 1890
Fecha edición traducción: 2012
ISBN 13: 978-84-939308-2-0
Núm. Páginas: 88
Editorial: Contraseña
Género: Grandes clásicos | Relato
Sinopsis: En 1885, un año después de haberse casado con Charles Walter Stetson, Charlotte Perkins Gilman dio a luz a su hija, Katharine, y al poco tiempo entró en una profunda depresión. El doctor Silas Weir Mitchell, un reputado neurólogo a quien había acudido en busca de ayuda, le diagnosticó agotamiento de los nervios y le prescribió una cura de descanso, un controvertido tratamiento en el que era pionero. «Vive una vida tan hogareña como te sea posible, realiza no más de dos horas de actividad intelectual al día y no toques nunca más una pluma, un pincel o un lapicero»: estas fueron las instrucciones que le dio el médico a la autora. Durante unos meses siguió estos consejos, pero su depresión se agravó, y, según sus propias palabras, se acercó tanto a la frontera de la profunda ruina mental que llegó a vislumbrar el otro lado. Solo haciendo caso omiso de los consejos del médico y volviendo al trabajo logró recuperarse de su depresión. Esta experiencia la marcó hasta tal punto que en 1890 escribió El papel pintado amarillo, un estremecedor relato que constituye una demoledora crítica al tratamiento prescrito por el doctor Mitchell.
Reseña
Como la misma Charlotte Perkins aclara, ella nunca sufrió de alucinaciones ni nada parecido en relación con la decoración de sus paredes, el papel amarillo, tal y como yo lo entiendo, es sólo un símbolo para mostrar cómo «la vida doméstica» y la inactividad total de una persona la pueden llevar a estados obsesivos sobre cualquier cosa, ¿y qué puede hacer alguien a quien un médico le recomienda para su recuperación el reposo absoluto y el encierro en su casa sino observar día tras día lo que tiene alrededor? Imaginemos que el plazo de esa prescripción no tuviera término, que fuera para toda la vida, ¿quién no enloquecería ante semejante perspectiva? No hay que olvidar que no se habla sólo de una falta de actividad física sino también mental.
Algo en lo que se incide claramente desde el principio es la supremacía de la opinión de un doctor sobre la del cualquier otra persona, así sea la del propio enfermo pidiendo algo que le es necesario para encontrarse mejor, porque el primero asume sin ningún tipo de vacilación que sabe lo que es mejor para el segundo. Y en este caso no sólo está por encima de la autoridad de la enferma la del médico, sino además la del marido que, para más inri, es médico también. Parece ser que la protagonista no tiene ninguna escapatoria ni modo alguno de hacerse escuchar, según mi percepción, no sólo como paciente sino tampoco como mujer.
Una lectura tan maravillosa como asfixiante, el lector se siente encerrado, perseguido por la obsesión de ese papel pintado de amarillo que es analizado hasta el más mínimo detalle y que casi puede llegar a ver, tocar y oler, pero merece la pena estar cautivo entre estas páginas porque, aunque muy dura, es también una experiencia inolvidable.